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LA TOPONIMIA DE ORIGEN GUANCHE DE LANZAROTE DESDE EL BEREBER
por Abraham Loutf
Como en las demás islas del archipiélago canario, los términos de procedencia guanche también están presentes en la toponimia de Lanzarote. Por supuesto, estos términos constituyen uno de los patrimonios lingüísticos más importantes del antiguo lenguaje de la isla. Son universalmente considerados por los diferentes especialistas como auténticas reliquias susceptibles de arrojar alguna luz sobre la constitución lingüística de una gran parte del sistema guanche.
De modo general, el cambio de las nomenclaturas toponímicas de nuestra geografía universal es inherente a las transformaciones que se producen en las diferentes etapas de nuestra historia política, cultural, social, etc. Los topónimos, pese a estas transformaciones, pueden pervivir más allá de su origen e integrar las nuevas culturas que los acogen. Por ejemplo, existen, en la Península Ibérica, topónimos de origen púnico: Málaga, Cartagena, Cádiz...; romano: Zaragoza, Mérida...; árabe: Alquézar, Valladolid..., etc. y también otros topónimos que pertenecen a otras lenguas, como el ibérico, el celta o el tartesio. A pesar de sus distintas referencias iniciales, hoy en día estos topónimos están perfectamente integrados en la nueva cultura predominante en la que perviven, como «piezas arqueo-lingüísticas» testimoniales de un pasado marcado por el multiculturalismo y por el multilingüismo. Así, gracias a ellos, podemos comprobar los diferentes estratos culturales de los cuales provinieron. Por ello insistimos en decir que, para nosotros, son datos palpables y vivos para la investigación científica en sus diferentes ramas.
Los nombres de los lugares constituyen el material básico y fundamental sobre el cual trabaja el toponomista. Se aplican únicamente al espacio en que nos movemos. Somos nosotros los que damos los nombres al espacio. Estos nombres pueden remitir a un río, una fuente, la forma de un relieve, el nombre de una planta, de un animal, de un pueblo, de una isla, etc. Son palabras y las palabras pertenecen a las lenguas que hablamos. La toponimia es, entonces, una disciplina que atañe directamente a la lingüística, y de ahí su gran contribución, muy útil, tanto para la geografía y para la historia como para la antropología. Pero estas disciplinas, a su vez, ayudan en mucho a que la toponimia esclarezca sus propios hechos lingüísticos.
1. LOS GUANCHISMOS EN LA TOPONIMIA DE LANZAROTE
En Lanzarote distinguimos entre dos grandes bloques toponímicos: el anterior a la conquista, vinculado al mundo endógeno de las islas, y el exógeno, especialmente de origen hispánico, posterior a la misma conquista a partir del siglo XV. Debemos señalar que, hasta el momento, la investigación en este sector no ha registrado ninguna aportación nueva relevante que no proceda de estos dos estratos.
Los guanchismos en la toponimia de Lanzarote son términos que pertenecían al antiguo sistema de comunicación de los primeros habitantes de la isla, los majos. Este sistema de comunicación se extendió poco después de las colonizaciones que sufrió la isla, a partir de la conquista franco-normanda en los años 1402-1404.
No sabemos con exactitud en qué fecha se extendió, ya que sobre este tema no se posee ninguna referencia determinante, pero podemos concluir que no sobrevivió mucho tiempo al cambio de las generaciones imprescindibles crono-lingüísticamente para la extinción de un idioma, sabiendo que en Lanzarote no hubo derramamiento de sangre durante su conquista y posterior colonización, cosa que de haber ocurrido hubiera podido acelerar la extinción del lenguaje de sus habitantes.
Contrariamente a las ideas preconcebidas, no existió una extinción de la raza de los majos en Lanzarote, aunque sí hubo deportaciones hacia la Península; algunos de los deportados incluso fueron devueltos como intérpretes y guías para una mayor penetración en la isla. Por tanto, la conservación del bilingüismo hispano-guanche en la toponimia es debido en gran parte a estas circunstancias.
Los topónimos procedentes del guanche poseen una forma y una filiación distintas del resto de los topónimos de procedencia hispánica. Examinemos, por ejemplo, la forma hispánica de la isla de Lanzarote Playa Honda y la forma guanche Timanfaya: los dos topónimos se distinguen, aunque pertenezcan a una misma isla, por su forma y por su propio sistema de organización de las palabras. En el primer topónimo, el lector hispanófono, sea de Lanzarote o no, reconoce sin ninguna dificultad la identidad lingüística de los elementos de los que está constituido, a saber un sustantivo y un adjetivo. En cambio, nuestro lector desconocerá totalmente la composición y la identidad formal del topónimo Timanfaya, ya que este término no pertenece a la lengua que hoy en día se habla en Lanzarote; o sea, no pertenece a su competencia lingüística. La lengua a la que pertenece el topónimo Timanfaya ha dejado de existir hace ya unos cuantos siglos, por lo cual la pervivencia de esta voz en la isla se justifica únicamente por el uso que se hace de ella como voz toponímica.
El carácter oral con que se transmitieron las voces toponímicas guanches, de generación en generación, les otorga especialmente cierta fiabilidad lingüística a la hora de estudiarlas. Ahora bien, basta echarles un pequeño vistazo para darse cuenta de que estas voces contienen una serie de datos que las distinguen del resto de las voces toponímicas no guanches de Lanzarote.
Del antiguo sistema de comunicación de la isla de Lanzarote, se conserva un legado toponímico aún en uso en la tradición oral de sus habitantes. Este legado, como ya hemos señalado, se caracteriza por tener una estructura formal que lo distingue de su homólogo procedente del castellano. Comparándolo con los topónimos de las otras islas, podemos ver sin dificultad las múltiples semejanzas que presentan.
Por ejemplo la forma del topónimo Tajaste de Lanzarote que representamos así: T---te, se parece o más bien es idéntica a formas como Tacoronte, en la isla de Tenerife, Tasacorte, en La Palma, Tamaduste, en El Hierro, Tamaraceite, en Gran Canaria, etc.
También notamos que la toponimia de la isla de Lanzarote comparte con la toponimia de las demás islas algunas formas que empiezan por los prefijos a-, ch-, gua-, m-, tin (variante ten), etc. Estas semejanzas formales (las hay en abundancia entre las islas) son indicios de la existencia de una filiación lingüística entre el conjunto de las manifestaciones del guanche en todo el archipiélago canario.
En el presente trabajo no vamos a tratar los pormenores de esta afiliación que reservamos para posteriores trabajos, pero nos resulta muy significativo señalarlo. Aun así, Lanzarote se distingue de las otras islas por tener una proporción de ejemplos muy reducida en comparación con las islas occidentales. Así, en la categoría de los topónimos que empiezan por el prefijo a-, la isla tiene muy pocos representantes, cuando la proporción es mucho más importante en las otras islas, en El Hierro por ejemplo; e incluso dos topónimos de esta categoría parecen ser de procedencia posterior a la colonización de la isla, a saber, el topónimo Argana y el término Atalaya en Atalaya de Femés.
Tampoco son muchos los que empiezan por los prefijos más habituales y que suelen caracterizar la toponimia guanche de todas las islas, tales como los ya señalados: ch-, gua-, m-, tin, etc.
En el conjunto de las formas de los topónimos de Lanzarote observamos cierto predominio de los términos cuya categoría es la que empieza por el prefijo t-, como Teguise, Tamia, Teseguite, Temisa, Tahíche, Tisalaya, Taiga, Tilama, Tiagua, etc.
Los topónimos guanches de Lanzarote unas veces se manifiestan como términos independientes, tal como Tinajo, Teguise, Yaisa, Güime, Guatisa, Tahíche, Uga, etc. y otras veces aparecen junto con términos apelativos del castellano, que calificamos como topónimos mixtos, como Fuente de Tinga, Montaña de Tahíche, Montaña de Tinajo, Morro de Chibusque, Valle de Uga, etc. En esta clase de topónimos, como podemos comprobar, la voz guanche siempre aparece después del apelativo castellano, y nunca antes, como un elemento funcional y distintivo, salvo en los casos de Jameo y Tegala. Estos términos constituyen los únicos ejemplos de la serie de los mixtos que no van precedidos por los castellanos: Jameo del Agua, Jameo Cumplido, Jameo de Cinco Dedos, Jameo la Mareta, Tegala Bermeja, Tegala de la Higuera, Tegala del Pendón, Tegala Grande, etc. Por su mayor integración en el lenguaje toponímico de la isla, pues, funcionan en la lengua común como palabras apelativas, de la misma manera que las del castellano montaña, valle, morro, etc.
2. EL NOMBRE ANTIGUO DE LA ISLA
La primera referencia acerca del nombre antiguo de la isla de Lanzarote se encuentra documentada en las dos versiones B y G de la crónica normanda Le canarien bajo las formas gráficas Tyterogaka y Tytheroygatra. Se trata de una palabra recogida con la grafía francesa en los comienzos del siglo XV; por tanto, no es una grafía hispánica.
Existen discrepancias de opinión en el análisis del topónimo antiguo de la isla. Así George Marcy admite una explicación de las dos grafías por el bereber, exactamente con la forma de la variante dialectal tuareg tagergaget con el significado de 'la que está quemada o ardiente' (1962: 259-260). Por su parte, Álvarez Delgado (1942: 3-13) lo descompone en ti-terog-akaet y lo traduce 'la montaña colorada'. Sinceramente desconocemos de dónde ha sacado Álvarez Delgado esta traducción.
Para nosotros, el término en sí, independientemente de su significado y de la grafía que tenga, es indudablemente un nombre compuesto de varias unidades: Titer o gaka / tyther o(y) gatra. La distribución y el orden en que aparecen estas unidades en el topónimo corresponden perfectamente a la estructura general y típica de los topónimos guanches compuestos, aunque debemos admitir que la parte final es bastante confusa y mal transmitida. Como regla general, los topónimos compuestos guanches suelen ser recogidos bajo la forma de una acumulación de consonantes y vocales como si de nombres simples se tratara. Pero aun así, pueden llevar, en la mayoría de los casos, algunos indicios formales claves para su descomposición, parcial o global, como por ejemplo, la presencia de un prefijo y sufijo dental t, muy frecuentes en las voces canarias procedentes del guanche. A través de nuestro topónimo comprobamos, efectivamente, la presencia de este indicio en su inicial.
Por una parte, si nos fijamos detenidamente en los elementos formales que se desprenden de las dos grafías del nombre antiguo de Lanzarote notamos enseguida la identidad formal de su primera parte tyter o gaka y tyt(h)er o/y gatra. Tyter es, pues, el dominador común entre ambas formas y podría tratarse de un elemento diferenciable dentro del conjunto de los elementos del topónimo. En cambio, el resto de sus elementos nos parece menos definido atendiendo a su estructura. Por otra parte, señalamos que las mismas características formales de que está constituido el elemento tyt(h)er coinciden con las del topónimo Tetir de la isla de Fuerteventura. Por tanto, esta homonimia que hay entre ambos términos también podría ser una argumentación más a favor de la segmentación que proponemos para la identificación del elemento Tyt(h)er como componente diferenciado dentro del topónimo Tyterogaka o Tytheroygatra. De igual modo se puede observar, en otros ejemplos, esta homonimia parcial: Jinámar (Gran Canaria), Jinama (El Hierro) y Giniginámar (Fuerteventura).
3. LA FILIACIÓN DEL GUANCHE
El problema de la filiación de las antiguas hablas de las islas suscitó muy pronto la curiosidad de los historiadores, ya que, tras la conquista, estas hablas no resistieron mucho tiempo frente al poder de la cultura colonial. Y mientras se desarrollaba este poder, no había ningún intento para rescatarlas del olvido, a pesar de que se practicaban todavía. Aun así, diversas obras han procurado tratar, con bastante curiosidad y mayor interés, este tema, especialmente las obras escritas por Alonso Espinosa, Leonardo Torriani y Abreu Galindo. El primero dice haber conocido de cerca a los guanches de Güímar en la isla de Tenerife.
Sobre los orígenes de los canarios, Abreu Galindo decía: «Y que eso sea verdad, que hayan venido de África los primeros pobladores de estas islas, lo da a entender la proximidad que hay de la tierra firme de África con estas islas; pues entre ella y la primera isla que es Fuerteventura, solamente hay diez y ocho leguas, poco menos. También me da a entender hayan venido de África, ver los muchos vocablos en que se encuentran los naturales destas islas con las tres naciones que había en aquellas partes africanas, que son berberiscos y azanegues y alarbes ... y en Cabo de Aguer están una huertas que llaman las huertas de Telde, no muchas leguas distante de la ciudad de Tagaste, donde, estuvo enterrado el cuerpo de San Agustín» (1977: 31-32).
Estos autores nos han proporcionado a través de sus respectivas obras un número considerable de las voces guanches y al mismo tiempo insistieron sobre el origen africano de las antiguas hablas de las islas.
Este origen atribuido a los canarios se sintetiza, poco a poco, en los diferentes estudios posteriores a esa primera documentación, relacionando de forma directa y coherente los lazos culturales existentes entre Canarias y los primeros habitantes de África septentrional, los bereberes o amazigh.
En esta breve contribución, nos limitaremos a señalar, únicamente, los estudios más representativos de las diferentes épocas por las que han pasado estos mismos estudios y los que han marcado la investigación en este campo.
En 1764, fecha bastante significativa dentro de los estudios del parentesco guanche-bereber, George Glas publica en Londres una edición inglesa de la obra de Abreu Galindo, así como un estudio comparativo entre el vocabulario contenido en la obra de Galindo y posibles paralelos del habla bereber (habla chelja) del sur del actual reino de Marruecos, sabiendo de antemano que George Glas, viajero y comerciante, pudo haber adquirido sus conocimientos sobre tal habla durante su estancia en esta región, geográficamente muy cercana a las islas orientales del archipiélago canario.
Otra fecha muy significativa de este ciclo de investigaciones la representa Sabin Berthelot, quien publica en el año 1842 la Etnografía y los anales de la conquista. En esta obra, el naturalista francés establece una serie de comparaciones entre el guanche y el bereber y mete, a su vez, el dedo sobre un parentesco aún más estrecho entre el guanche y el habla tashelhit. Asimismo, aporta nuevas listas del vocabulario de los antiguos canarios, incrementando así el material de su campo de investigación.
En 1917, otro investigador, John Abercromby, publica un estudio comparativo sobre el vocabulario guanche y bereber, acompañado de un análisis lingüístico, con bastante rigor metodológico, sobre las correspondencias fonéticas y lexicales entre las dos variantes. En este trabajo el investigador escocés identifica un léxico canario igual al del bereber aún usado por los berbero-parlantes de su siglo.
Si bien en los años 50 y 60 del siglo XX la antropología biológica cerró definitivamente su capítulo sobre los orígenes étnico-culturales de los canarios al emparentarlos con el mundo líbico-bereber, la investigación lingüística, en cambio, ha seguido debatiendo sobre el problema del origen y el parentesco del guanche, y será en estas décadas cuando la problemática de la filiación del guanche se abre a nuevos campos de investigación instalándose en el centro de los debates sobre la lingüística euro-africana.
Uno de los precursores de esta tendencia fue el austriaco Dominik Joseph Wölfel a través de una amplia y variada obra. Este autor había observado que los «canariólogos» en sus investigaciones carecían del material lingüístico, a priori necesario para sus estudios y que se encontraba diseminado en diferentes bibliotecas y archivos por toda Europa. A raíz de estas circunstancias, Wölfel emprende una labor de recopilación del material canario. Y de esta enorme labor nace en 1965 la publicación de su obra póstuma Monumenta Linguae Canariae.
4. LA FILIACIÓN DEL BEREBER
El problema del origen lingüístico del bereber, así como su procedencia geográfica, ha llamado la atención y la curiosidad de los investigadores. Para determinar sus orígenes geográficos, varias hipótesis fueron emitidas: el Oriente Medio, el país de Canaán, el Yemen, Asia Menor, las islas del mar Egeo, pero también el norte de Europa, la Península Ibérica, Italia, etc.
En cuanto a su origen lingüístico, también fueron emitidas varias hipótesis. Primero, la hipótesis egipcia, defendida por el egiptólogo francés Champolion en su prólogo del diccionario de La lengua bereber elaborado por Venture de Paradis en el año 1838; y segundo, la hipótesis de las lenguas semíticas con las cuales se supone que el bereber compartiría unos determinados rasgos muy particulares a esta familia.
Las bases de estas teorías fueron establecidas sobre las observaciones y las comparaciones lexicales que dominaban la investigación en aquel entonces.
En los finales del siglo XIX, la lingüística germánica, encabezada por Schuchardt, vuelca, por su parte, sus estudios hacia una nueva vía de investigación, contraria a las hipótesis defendidas por los semitistas, según la cual existiría un posible parentesco genético entre el vasco y el bereber, que remontaría a un tronco común procedente del ibero.
Otros estudios que se inscriben en esta tendencia europeísta no tardaron en ampliar esta hipótesis, por una parte, al conjunto de las lenguas del Cáucaso y su posible relación con la vertiente vasco-bereber y, por otra, el indoeuropeo con el bereber.
Así, una tras otra, se formularon las diferentes hipótesis de las génesis lingüísticas de los bereberes, el egipcio, el semítico, etc., pero también el egeo, el céltico, el griego, así como las lenguas amerindias.
El año 1920 marca un nuevo rumbo en la búsqueda del origen del bereber, las nuevas metodologías de investigación en el campo de la lingüística comparativa, similares a las que se suelen emplear para el indoeuropeo, permitieron plantear la cuestión sobre nuevas bases para el problema de su filiación. Así, se logró incluir al bereber dentro del grupo lingüístico llamado el camito-semítico o el afroasiático, sobre la base de nuevos estudios comparativos meticulosos y de nuevos argumentos lingüísticos entre el bereber y las diferentes ramificaciones del camito-semítico, a saber: el semítico, el egipcio, el chádico, el omótico y el cuchita.
La familia bereber, del grupo camito-semítico, presenta, según los especialistas, muy poca diferenciación interna en comparación con las demás familias del mismo grupo, excepto el egipcio. Su principal división es la que existe entre las hablas del sur sahariano, principalmente, entre las del dominio tuareg y las hablas del norte (el rifeño, el cabilio, etc.).
Esta clasificación es hoy en día ampliamente aceptada por la mayoría de los berberólogos y acabó por dar la razón a los defensores de la hipótesis del egipcio y del semítico arriba señalada.
5. EL GENTILICIO «AMAZIGH»
Las fuentes documentales más conocidas de la antigüedad, tales como las de Heródoto en el siglo V a.C. pasando por Salustio (siglo I a.C.), San Agustín (siglo IV d.C.), Procopio (siglo VI), etc., nos han proporcionado abundantes relatos sobre los antiguos habitantes del África septentrional.
Una de las características que llama nuestra atención en esta documentación es la multiplicidad de los gentilicios con que se denominaba la población autóctona. No sabemos a ciencia exacta si se trataba de nombretes o de etnónimos correspondientes a los diferentes grupos de aquel entonces. Uno de esos gentilicios que se repetía frecuentemente en esa documentación concierne al etnónimo amazigh, nombre de los actuales bereberes, que significa “hombre libre”. Este gentilicio se encuentra recogido por Heródoto bajo las formas maxyes y maxues. Otras fuentes posteriores al autor griego lo recogieron con diversas grafías, a saber: macares (Corippe, IV. 191) en el oeste del río Triton, y mazaces según Lucain (La Pharsale, VI, 681, cit. por Jean Servier, Les Berbères).
El término «al barbar» es un gentilicio con que los árabes designan actualmente a los autóctonos de África septentrional. Ya desde la Edad Media figuraba en los textos árabes con la misma aplicación gentilicia. El gentilicio en sí procede del griego «barbaroi» y lo usaron para designar a los pueblos cuyas lenguas eran ininteligibles para ellos. Y con el mismo significado los romanos lo aplicaron más tarde a los demás pueblos.
En los usos europeos se suele valer del gentilicio bereber para referirse a los habitantes no árabes del norte de África.
6. LA SITUACIÓN ACTUAL DEL BEREBER
La documentación moderna, tanto antropológica como arqueológica, recoge en sus conclusiones que el elemento bereber o amazigh, tal como lo entendemos hoy, no era exógeno a África septentrional y que ocupaba desde la más remota antigüedad un extenso territorio que va desde las zonas limítrofes del oeste egipcio hasta el Atlántico (incluyendo las islas Canarias), y desde el mar Mediterráneo hasta el río Níger.
Esta extensa zona la conforman hoy en día una media docena de países instituidos, constitucionalmente, como países árabo-islámicos (Egipto, Libia, Túnez, Argelia, Marruecos y Mauritania) y países, también de confesión musulmana, pero no árabes, llamados países subsaharianos o países del Sahel (Mali, Níger y en cierta medida Burkinafaso y Chad), donde existen todavía algunos campos de berberófonos desplazados.
En estos jóvenes países, resultantes de la descolonización a partir de la década de 1960, aún siguen viviendo los descendientes de las antiguas poblaciones líbico-bereberes, imazighen; muchas veces en un ámbito sociocultural, principalmente en los países de África del norte, de corte árabo-islamista, muy hostil al desarrollo del mundo bereber.
Las independencias de estos países fortalecieron más que nunca el sentimiento panarabista como único referente cultural y simbólico, paradójicamente calcado sobre el modelo colonial, relegando así la cuestión bereber a un segundo plano. Con este nuevo orden aparece, pues, un mundo bereber cada vez más fragmentado y aún más frágil.
Antes de las independencias, la especificidad cultural bereber gozaba de un interés muy particular en la investigación científica por parte del poder colonial y eso es lo que explica, en gran parte, la existencia de una abundante documentación, en lengua francesa, sobre el mundo bereber.
Indudablemente, las investigaciones sobre su origen son deudoras del desarrollo de la antropología, de la arqueología, de la lingüística, etc., y de numerosas publicaciones en los diferentes sectores de la investigación.
En cuanto a su política lingüística, las nuevas sociedades post-coloniales impidieron categóricamente cualquier uso lingüístico oficial que no fuera el árabe, aunque existiera cierta tolerancia en el uso del francés en las administraciones centrales del nuevo poder, pero no el bereber, acelerando así una aculturación galopante de los bereberes.
Actualmente, los gobiernos centrales de Argelia y de Marruecos empiezan a integrar en sus programas culturales, bajo la presión de determinados movimientos del mundo bereber, la necesidad de preservar la identidad amazigh. En varias ocasiones estos programas no llegan a realizarse, si bien particularmente estos dos países, tradicionalmente reticentes a cualquier desarrollo del bereber, han abierto programas pilotos de difusión de la enseñanza de la lengua amazigh en varios centros escolares.
Las zonas tradicionales del hábitat bereber, de modo general, las conforman las regiones montañosas y desérticas de la geografía global del norte de África y del Sahel. En las décadas de los años setenta y ochenta varias oleadas de sequía que sufrieron estas regiones y, en cierta medida, la expansión demográfica que ha marcado la sociedad postcolonial, acarrearon el desplazamiento de las poblaciones hacia las zonas urbanas arabófonas y negrosaharianas, en busca de las mejores condiciones de vida. Este movimiento hacia las ciudades ha provocado entre los berberoparlantes cierta pérdida de los usos lingüísticos y de las costumbres tradicionales, y poco a poco van desembocando en un estado cultural marcado por el bilingüismo árabo-bereber, especialmente en los países árabo-islámicos.
Sin embargo, en las zonas monolingües (las montañas, el desierto), donde escasean los contactos sociales con las poblaciones árabes o negrosaharianas, el proceso de la aculturación no se plantea de la misma manera, ya que en estas zonas no existen los medios aculturizadores del poder central, tales como las escuelas, las administraciones públicas y las grandes instituciones centralistas. Este aislamiento, que concierne aún a un número bastante elevado de los campesinos amazigh, ayuda, en cierta medida, a frenar una aculturación masiva. Pero, a su vez, no debemos olvidar que este aislamiento y el carácter muy fragmentado del espacio en el que se desarrollan las poblaciones bereberes desfavorecen el contacto entre los diferentes grupos bereberes, lo que por supuesto engendra una aceleración en la diferenciación lingüística interna del bereber.
Hoy en día, los principales grupos bereberes se encuentran en Marruecos y Argelia. En los demás países como Túnez, Libia, Egipto, etc., los bereberes conforman una población muy reducida en comparación con la de Marruecos y Argelia.
Los gentilicios locales que permiten distinguir entre los diferentes grupos bereberes cambian de un país a otro. El grupo tuareg se localiza en varios países: en el sur de Libia y Argelia y en el norte de Mali y Níger. Los tuaregs conservan el etnónimo amaziã con las variantes fonéticas z›, sh›, h: amazeã, amasheã, amaheã. El conjunto de la población tuareg se calcula alrededor de un millón de individuos.
En Argelia la principal región berberófona es la Cabilia, en el norte del país; sus habitantes constituyen aproximadamente dos tercios del conjunto de la población bereber de Argelia. Los demás grupos se reparten en zonas tradicionalmente conocidas desde la antigüedad como zonas berberófonas (Aures y el Mozabe) y en diferentes islotes muy diseminados en la geografía del país.
Marruecos es el país donde se encuentra la mayor comunidad bereber de toda el África del Norte; los especialistas en las cuestiones demográficas estiman que los bereberófonos podrían llegar hasta un 50% de la población global del país. La berberofonía comprende en este país tres grandes zonas que se extienden al conjunto de las regiones montañosas de las cordilleras del Atlas: en el norte viven los rifeños de habla tarifit; en el centro, el Atlas menor y la parte norte del Atlas mayor son de habla tamaziãt; y en el sur y sur-oeste, el grupo chelha de habla tashelhit.
7. ALGUNOS DATOS DEL BEREBER
Las hablas bereberes actuales derivan del líbico. Desde la más remota antigüedad, este idioma se hablaba en toda África del Norte. Encontramos algunos testimonios en la documentación de los antiguos historiadores griegos y latinos que han venido a confirmar, según los especialistas, la continuación lingüística líbico-bereber. Pero la mayor aportación de estos testimonios lo conforman los datos proporcionados por las inscripciones líbicas encontradas en los distintos puntos de la geografía líbico-bereber.
Pese a la dispersión geográfica y al aislamiento de las poblaciones berberófonas, en el bereber podemos fácilmente comprobar la existencia de las estructuras morfosintácticas y lexicales comunes entre todas las hablas. Estas últimas consisten, principalmente, en las estructuras relativas a las categorías sintácticas del nombre, del verbo, de las partículas funcionales y de los determinantes adverbiales. Las voces relativas al vocabulario de la filiación, al cuerpo humano, a la alimentación, al tiempo, al espacio, a los fenómenos atmosféricos, a los astros, a la fauna, a la flor, a la toponimia, etc. constituyen también el sector de la lengua en que se da un mayor parentesco entre las diferentes hablas. La principal división lingüística interna del bereber la constituyen los fenómenos fonéticos. Por ejemplo, la voz argaz del habla tashelhit se pronuncia en el rifeño aryaz, por la alternancia fonética interdialectal g/y, y así sucesivamente.
Una voz bereber contiene una raíz lexical hecha básicamente a partir de una o varias consonantes portadoras de un significado y de las marcas obligatorias del género (masculino y femenino) y del número (singular y plural). Así, argaz (sustantivo masculino singular) se compone del morfema a + la raíz triconsonántica rgz, e irgazen (sustantivo masculino plural) se compone del morfema discontinuo: i---en, que encierra la raíz consonántica -rgz-.
Por tanto, en este modesto estudio se intentará abordar el problema del parentesco que representan los nombres de lugar procedentes de la lengua guanche con el dominio bereber. Desde luego no pretendemos tratar todos los asuntos que caracterizan este parentesco, sino que nos detendremos únicamente en las cuestiones que están en relación con los datos que nos proporciona el material toponímico de la isla de Lanzarote.
En los dos capítulos siguientes abordaremos, por una parte, el problema de la segmentación de los diferentes componentes morfológicos que contienen los topónimos de Lanzarote y, por otra, la metodología usada para su clasificación.
Habrá muchos topónimos que, por carecer a nuestro juicio de indicios suficientemente seguros, no entrarán en esta clasificación, aunque de forma aproximada ofrezcan grandes similitudes.
8. LA SEGMENTACIÓN MORFOLÓGICA
Hemos podido comprobar que determinados elementos morfológicos se manifiestan, con bastante frecuencia, en las iniciales de los diferentes topónimos, tales como Guatifay, Guatisea, Guardilama, Tinajo, Tinamala, Tinga, Muñique, Maneje, Masdache, Acuche, Áfite, Aganada, etc. Varios de estos topónimos, como podemos ver, llevan un mismo prefijo. La segmentación que proponemos consiste en separar estos prefijos de sus lexías correspondientes para su identificación y su definición. Así las voces Gua-tifay, Gua-tisea y Gua-simeta se caracterizan por tener una inicial constante gua-; las del grupo Tin-ajo, Tin-amala, Tin-ga por tin-; M-uñique, M-aneje, M-asdache tienen la inicial m-; y Acuche, Aganada, Áfite, la a-.
Esta operación permite localizar el lugar de intervención de estos segmentos y observar de cerca el modo de formación de las palabras en los topónimos guanches, según su distribución y según su función en las diferentes estructuras que estudiaremos en las siguientes páginas.
Las unidades formales que intentamos localizar serán únicamente aquellas unidades susceptibles de pertenecer a una estructura morfológica y suficientemente bien definida.
Como habíamos dicho, basta echar un vistazo para comprobar que en las iniciales de nuestras voces aparecen, de una manera constante, varias series de elementos idénticos. Para nosotros, estos elementos constituyen verdaderos parámetros que nos sirven de hilo conductor en nuestra operación de segmentación. Los datos aportados dan por hecho que esos rasgos comunes no pueden darse por casualidad, ya que su frecuencia y su aparición casi sistematizada conducen a pensar que se trata de elementos que están fuera del ámbito lexical. Por ello, en primer lugar, hemos de comprobar la especificidad del segmento y las secuencias en que se distribuye; en segundo lugar, proceder a su extracción apartando los segmentos morfemáticos de los lexicales; y en tercer lugar, establecer su categorización a la luz de sus paralelos conocidos del bereber.
9. UNA POSIBLE CLASIFICACIÓN DE LOS TOPÓNIMOS DE LANZAROTE
Para abordar la identidad formal de nuestros topónimos, queremos, por razones de metodología estructuralista, empezar a clasificar las voces que aparecen en el corpus toponímico de Lanzarote. Para lograr esta clasificación, animamos a nuestro lector para que intente, él mismo, clasificar los términos toponímicos de procedencia guanche. Para emprender esta labor advertimos que no es imprescindible una formación previa en las ciencias de la lingüística, ni son indispensables conocimientos en la gramática o en las ciencias de la clasificación.
Los seres humanos sabemos perfectamente diferenciar, ordenar y clasificar las cosas. Por ejemplo, sabemos todos ordenar los libros en las estanterías según su tamaño, separar y clasificar la ropa, los calcetines por un lado y los pantalones por otro, etc. Pues para nuestro vocabulario vamos a proceder de la misma manera: observando las distintas formas con que aparecen en nuestro corpus. La clasificación de las voces guanches de Lanzarote en grupos reside básicamente en el descubrimiento de los elementos comunes que existen entre los diferentes términos. Este principio fundamental de la clasificación permite estructurar nuestro material para poder contemplar los fundamentos de su constitución. Las similitudes que operan en los distintos términos constituyen el hilo conductor para emprender nuestra tarea de clasificar. Para lograr este objetivo tendremos que reunir previamente todos los topónimos y someterlos a las observaciones necesarias. Luego, hemos de observar sus diferentes unidades formales en las tres posiciones posibles de la palabra: al comienzo, en medio y al final. Esta operación permite, primero, localizar el lugar donde operan las similitudes y las divergencias en estas voces; segundo, establecer un rasgo diferenciado y común a un grupo de topónimos; y tercero, estructurar estos topónimos en los paradigmas formales correspondientes.
La mejor forma de entender cómo funciona la clasificación es aplicarla a los ejemplos de nuestro corpus: Acuche, Aganada / Aganá, Teseguite, Teguereste, Guasia, Guinate, Guinios, Güime, Guenia, Tajaste, Tejía, Tegala, Temisa, Maso, Mácher, Máguez, Mala, Manguia, Teguise, Tejera, Tegoyo, Testeyna, Muñique, Maneje, Masdache, Mosaga, Majaraste, Majo, Tesa, Téjida, Temeje, Guatifay, Guatisa, Guatisea, Ajache, Ajey, Argana, Guardilama, Guanapay, Guasimeta, Guantesibe, Guiguan, Tefío, Tegaso, Tiagua, Tisalaya, Timanfaya, Tilama, Tamia, Tahíche, Tao, Taiga, Tabayesco, Taro, Tabaco, Tabaiba, Tahosín, Tojio, Tomaren, Turna, Chache, Chibusque, Chimia, Afe y Áfite.
Primero, advertimos que Acuche, Aganada / Aganá, Afe, Áfite, Ajache, Ajey y Argana pueden figurar en un mismo grupo. Teseguite, Teguereste y Tajaste forman el segundo grupo. Teguise, Tejera, Tegoyo, Testeyna, Tejía, Tegala, Temisa, Tesa, Téjida, Temeje, Tefío, Tegaso, Tiagua, Tisalaya, Timanfaya, Tilama, Tamia, Tahíche, Tao, Taiga, Tabayesco, Taro, Tabaco, Tabaibas, Tahosín, Tojio, Tomaren y Turna constituyen otro grupo. Finalmente, Chache, Chibusque y Chimia formarían también otro.
Veamos a continuación otros grupos homogéneos entre sí. Por una parte: Tinamala, Timbaiba, Tinasoria, Tinga, Tinache, Tinajo, Tinaguache, Tingafa, Tinguatón, Tinocho, Tenegüime, Tenesia y Tenésara. Por otra: Guatifay, Guatisa, Guatisea, Guardilama, Guanapay, Guasimeta, Guantesibe, Guasia, Guinate, Guinios, Güime, Guenia y Guiguan. Y por otra: Maso, Mácher, Máguez, Mala, Manguia, Muñique, Maneje, Masdache, Mosaga, Majaraste y Majo.
10. EL VOCABULARIO TOPONÍMICO DE LANZAROTE A LA LUZ DEL BEREBER
En la historiografía canaria, desde antiguo, se constatan ciertas observaciones lingüísticas que tratan de caracterizar la lengua antigua de Canarias. Por ejemplo, dice Abreu Galindo (1977: 34): «En su lengua comienzan muchos nombres de cosas con t, las cuales pronunciaban con la media lengua». Álvarez Rixo (1991: 87) comenta que entre las 571 palabras guanches que ha sometido a su estudio, 111 comenzaban por la vocal a y 151 por la consonante t. Y Sabin Berthelot (1978: 144), por su parte, subraya que: «La palabra guan o gua [...] que tenía la misma acepción en todo el archipiélago, supondría que la mayor parte de los nombres propios y de lugares, con los cuales se liga, eran aún compuestos». En otras partes, este autor estima que en el vocabulario de los antiguos isleños operan con bastante frecuencia unos rasgos formales tanto en las iniciales como en las finales de las voces, tales como Agaete, Abora, Anaga, Tacoronte, Tamaraceite, Tajinaste, etc. Así, uno tras otro, diferentes autores insistieron sobre las particularidades de la antigua lengua de las islas.
A través de los datos que se registran en la toponimia guanche de Lanzarote intentaremos, a continuación, averiguar de cerca estas particularidades y hasta qué punto coinciden con los del sistema bereber.
Las coincidencias formales entre los datos de la lengua bereber o amazigh y los de la isla de Lanzarote inciden en la identidad de algunos los componentes que se registran tanto en el campo de los segmentos morfológicos como en el lugar de su intervención. Los diferentes segmentos que hemos obtenido consisten en formas consonánticas, vocálicas y formas combinadas. Proponemos, a continuación, comprobar estos hechos.
10.1. Topónimos de Lanzarote con el prefijo a---v:
Ejemplos: Acuche, Aganada / Aganá, Ajache, Ajey, Áfite y Afe.
Todos los topónimos de esta serie empiezan por el prefijo vocálico a-. Distinguimos aquí dos grupos, uno simple: Acuche, Áfite, Afe, Ajey y Aganada (variante Aganá) y otro mixto cuyos términos guanches van acompañados de un calificativo español que ayuda a determinar con precisión el tamaño (chico y grande) del lugar nombrado. Este grupo se compone de Ajache y Argana.
Todos los topónimos de esta categoría llevan diferentes signos vocálicos en sus terminaciones, excepto la semivocal del término Ajey. Estas terminaciones puede que sean etimológicas o de constitución paragógica.
10.1.1. Estructura de los topónimos con a---v:
a---v |
A-cuche |
A-ganada |
A-fe |
A-fite |
A-jache |
A-jey |
10.2. El prefijo a- masculino sing. del bereber
En el bereber el morfema de género con que se hace la distinción semántica entre masculino y femenino singular se manifiesta en la oposición a---ø (mas.) / t---t (fem.).
La mayor parte de los nombres de género masculino en el bereber comienzan por un prefijo vocálico a---ø, tales como aram 'el camello', akaymu 'el moreno', aydi 'el perro', etc. Pero también existen sustantivos cuyas iniciales pueden empezar por las vocales i-, isli 'el novio' (variante e- en contacto con una consonante enfática; ej.: ezmi 'el zumo'), y u-, ushen 'el lobo' (variante o en contacto con una consonante enfática, como en oskay 'la liebre'). Todos estos prefijos funcionan como determinantes de la raíz lexical a la que están pegados. En esta categoría la terminación de las voces no está marcada, y por ello el signo no marcado ø que señalamos al final de la categoría.
10.2.1. Estructura de los topónimos con a---ø
Masc. sing |
1. Regular |
Ejemplo |
2. Irregular |
Ejemplo |
a---ø |
a-kaymu |
i---ø |
i-fis |
10.3. Topónimos de Lanzarote con el prefijo discontinuo t---te:
Ejemplos: Tajaste, Teseguite, Teguereste.
La estructura de los topónimos que constituyen este grupo se caracteriza por tener un prefijo consonántico dental t- y un sufijo –te. En Lanzarote, este grupo nos proporciona sólo tres ejemplos. En el primero, Tajaste, la inicial t- va delante de una vocal a, que representamos como ta---te, mientras que en los otros dos ejemplos, Teseguite y Teguereste, la dicha inicial va delante de la vocal e: te---te.
Comprobaremos que en el bereber esta variación vocálica constituye las diferentes modalidades de la categoría del femenino: ta---t / ti---t (variante te---t) / tu---t (variante to---t).
10.3.1. Estructura de los topónimos con t---te
T---te |
Ta-jas-te |
Te-gueres-te |
Te-segui-te |
10.4. La forma t---t femenino singular del bereber
La marca t---t en el bereber es discontinua y remite gramaticalmente a la categoría del género femenino singular. Para obtener esta categoría, añadimos el prefijo dental t al principio y al final del sustantivo masculino singular:
Masc. sing |
Fem. sing. |
1. Regular |
a-kaymu | ta-kaymut |
a-ram | ta-ram-t |
a-ydi | ta-ydi-t |
a-rbi | ta-rbi-t |
2. Irregular |
i-fis | ti-fis-t |
i-sli | ti-sli-t |
i-kru | ti-kru-t |
u-shen | tu-shen-t |
Como podemos observar en estos esquemas, la estructura general de los topónimos de Lanzarote t---te coincide con el conjunto de las modalidades del género y número (ta---t, ti/e---t, tu/o---t) que acabamos de comprobar en el dominio bereber, sólo se distinguen en que los ejemplos lanzaroteños acaban por una vocal -e. Esta vocal no es etimológica, sino paragógica, añadida a los términos guanches para mantener el sufijo dental –t.
La distinción a---ø (masc.) / t---t (fem.) en el bereber no expresa solamente la oposición de condición sexual femenino/masculino, sino que también se caracteriza por marcar la oposición 'normal' / 'pequeño' en los casos de inanimados y asexuados. Así, para construir un diminutivo de un masculino singular, se procede de la misma manera que en el femenino: anu 'el pozo' (normal) / tanut 'el pozo pequeño' (diminutivo). Esta polivalencia semántica también influye en el proceso de formación de los topónimos en el ejemplo tal como en Agadir 'fortaleza de tamaño normal' / tagadirt 'pequeña fortaleza'.
10.5. El prefijo femenino t---v en el bereber
La marca simple t---v y sus diferentes modalidades (ta---v / te---v / ti---v) que caracterizan los topónimos lanzaroteños es también un rasgo de varios sustantivos de género femenino en la lengua bereber. Se aplica, en la mayoría de los casos, a objetos inanimados, topónimos, etc., como tasra, tansa, tili, telde, tala, tamda, tuga, targa, tasga, etc., de género femenino.
La ausencia del sufijo –t no cambia en nada la categoría gramatical a la que pertenecen, puesto que es la misma inicial t- la que marca su género femenino.
En esta modalidad todos los sustantivos aparecen con las formas ta- / ti- / te- igual que en la estructura t---v de los topónimos de Lanzarote.
10.5.1. Estructura de los topónimos con t---v:
Ejemplos: Taro, Tamia, Tabaiba, Tao, Tahíche, Tabayesco, Taiga, Tahosín, Tiagua, Tilama, Timanfaya, Tisalaya, Tefío, Tegaso, Temisa, Tegala, Tegoyo, Teguise, Tejia, Tesa, Temeje, Testeina, Tejida.
Todos los topónimos de este grupo llevan el prefijo t- y un signo vocálico en sus terminaciones. Se reparten en tres grupos:
1º Grupo |
2º Grupo |
3º Grupo |
ta---v |
ti---v: |
te---v |
Taro |
Tiagua |
Tefío |
Tabaiba |
Tilama |
Tegaso |
Tao |
Timanfaya |
Temisa |
Tahíche |
Tisalaya |
Tegala |
Tabayesco |
|
Tegoyo |
Taiga |
|
Teguise |
Tahosín |
|
Tejia |
|
|
Tesa |
|
|
Temeje |
|
|
Testeina |
|
|
Téjida |
En cuanto a los topónimos Chache, Chimia y Chibusque, a nuestro juicio pueden encajar perfectamente en la estructura t---v de acuerdo con sus modalidades ta---v y ti---v, que acabamos de ver. Aunque la forma ortográfica de su inicial chi- se distingue de la forma de su modalidad ta-/ti---v, esta distinción formal, probablemente, no corresponde a la oposición morfemática t/ch, sino a una posible variación fonética que afecta el modo de articulación de la inicial dental explosiva t-, y podría tratarse, simplemente, de una variante de esta dental que suele realizarse en determinadas áreas de la geografía de las islas como una fricativa y que suele ser anotada como ch. Recordamos, a propósito, que el topónimo Timanfaya también se encuentra documentado bajo la forma Chimanfaya.
10.6. El prefijo t---n femenino plural del bereber
Con respecto a los términos Tomaren y Tahosín, podemos ver que presentan unos determinados rasgos comunes: ambos llevan en sus iniciales el prefijo dental t- de la estructura absoluta que marca la categoría del femenino en el bereber, y en sus finales la consonante nasal -n. Esta estructura corresponde a la forma del femenino plural t---n. Pero carecemos de otros ejemplos para arrojar más aclaraciones a las formas lanzaroteñas.
11. EL TOPÓNIMO TIMANFAYA
Hemos de observar que este topónimo experimenta un cambio formal en comparación a los demás topónimos, aunque su inicial dental t- indica que estamos ante un término similar a los que pertenecen a la categoría t---ø.
En realidad, se trata de un topónimo compuesto de tres elementos: tima + n + faya, recogidos bajo una forma aglutinada Timanfaya. Desde un punto de vista morfológico, el prefijo ti- es un segmento diferenciado, pues, apartándolo de la voz Timanfaya, nos quedaríamos con el elemento manfaya. Por otra parte, si nos fijamos detalladamente en la sucesión de estos elementos, salta a la vista la presencia del elemento monoconsonántico nasal -n- en medio de nuestro topónimo: tima (n) faya.
En el bereber, por un lado, esta monoconsonante nasal realiza el encadenamiento de un grupo de palabras: «sustantivo + n + sustantivo», como en el topónimo «imi n tanut», y por otro, caracteriza los pronombres afijos del nombre que expresan la posesión, estableciendo una relación de pertenencia entre las personas gramaticales y el objeto de su posesión. Estos constan del morfema ta-/te-/ti- para el femenino y ua-/ui- para el masculino + el nexo n + las personas gramaticales u, k, m, etc. Corresponden a los adjetivos posesivos tónicos del castellano mío, tuyo, suyo. El nexo -n- corresponde a la preposición «de» del castellano.
Si aislamos en manfaya los elementos que rodean la nasal n, obtendremos la forma m- + n + faya, a la que restituimos el prefijo ti-: Tima n faya. El prefijo ti- depende morfológicamente del radical monoconsonántico «m»: tima; por tanto, remite formalmente a la modalidad del femenino singular t---v.
Por otra parte, el núcleo básico del afijo posesivo en el bereber consta de dos constituyentes: ti- (fem.) o ui- (masc.) + el nexo n + las personas gramaticales u, k, m, s, aã, nun, nunt, sen, sent.
Presentamos en los cuadros siguientes la segmentación del bereber y el equivalente del castellano:
La forma con ti- |
Bereber |
Español |
Prefijo genérico |
nexo |
poseedor |
sing. |
plur. |
ti |
n |
u |
la mía |
las mías |
|
|
k |
la tuya |
las tuyas (macho) |
|
|
m |
la tuya |
las tuyas (hembra) |
|
|
s |
la suya |
las suyas |
|
|
agh |
la nuestra |
las nuestras |
|
|
nun |
la vuestra |
las vuestras (macho) |
|
|
sen |
la suya |
las suyas (macho) |
|
|
sent |
la suya |
las suyas (hembra) |
La forma con ui- |
Bereber |
Español |
Prefijo genérico |
nexo |
poseedor |
sing. |
plur. |
ti |
n |
u |
el mío |
los míos |
|
|
k |
el tuya |
los tuyos (macho) |
|
|
m |
el tuya |
los tuyos (hembra) |
|
|
s |
el suya |
los suyos |
|
|
agh |
el nuestro |
los nuestros |
|
|
nun |
el vuestro |
los vuestros (macho) |
|
|
sen |
el suyo |
los suyos (macho) |
|
|
sent |
el suyo |
los suyos (hembra) |
La forma con ti expresa el género femenino del objeto que está en posesión de la persona gramatical, mientras que la forma ui expresa el género masculino.
El pronombre afijo del nombre queda invariable en número. O sea, la serie con tin puede expresar la posesión de un solo objeto o de varios objetos, y es lo mismo para la serie con uin. Por ejemplo, tinu puede expresar la idea del singular o del plural, independientemente del número del objeto poseído.
12. TOPÓNIMOS CON EL PREFIJO TIN (VARIANTE TEN)
Ejemplos: Tinajo, Tinasoria, Tinga, Timbaiba, Tinache, Tinaguache, Tingafa, Tinguatón, Tinamala, Tinocho, Tenegüime, Tenesia, Tenésera.
En este apartado vemos obviamente que todos los topónimos vienen con una inicial constante ti-n y su variante te-n por el cambio vocálico i/e. Por tanto, la operación de aislar el segmento tin no es tan difícil de observar: se compone del prefijo femenino ti- y del nexo prepositivo n que acabamos de ver.
En las formas arriba estudiadas, hemos podido observar que después de los prefijos ta-/te-/ti- ningún elemento aparece con alguna especificación morfológica. Probablemente porque los elementos que siguen estos prefijos son elementos lexicales variables.
Subrayamos que en los topónimos Teguise, Tegoyo, Tegala, Tegaso y Teguereste la repetición de la consonante g no constituye ningún rasgo morfológico o específico como para considerarlo un segmento aislable o diferenciado, por lo cual no hay que asociarlo al prefijo que le precede.
Sin embargo, en los casos en que el prefijo dental t-, asociado tanto a la vocal i como a la vocal e, aparece con frecuencia la nasal n con una especificación aparentemente morfológica. Por esas razones, nos inclinamos a pensar que la nasal n es por sí sola un elemento diferenciado y al estar en contacto con los elementos ti/te el conjunto constituye un segmento independiente, pero con una función distinta de la que ha venido desarrollando en el ejemplo de Timanfaya. La aglutinación de los dos elementos en un solo segmento tiene el valor semántico de «la de».
Los elementos que aparecen a continuación de este segmento constituyen las formas lexicales portadoras del significado del topónimo. Así, al aislar el prefijo tin/ten en los registros Timbaiba, Tinajo, Tinamala, Tinache, Tinasoria, Tinga, Tinaguache, Tingafa, Tinguatón, Tinocho, Tenésara, Tenesia y Tenegüime nos encontramos ante los siguientes elementos variables: -baiba, -ajo, -mala, -ache, -asoria, -ga, -aguache, -gafa, -guatón, -ocho, -ésara, -esia y -(e)güime, constituyendo un paradigma abierto a todas las combinaciones posibles.
Subrayamos de paso que algunos de los elementos con que se combina el prefijo tin-/ten- se localizan en la isla de Lanzarote como términos toponímicos independientes, los casos de Mala, Güime y Tabaiba. Otros se encuentran recogidos en las diferentes obras sobre la lengua antigua de los majos de Lanzarote: la forma ache es bastante similar a la voz Asche (antropónimo antiguo de Lanzarote), tabaiba (nombre aún vivo de una planta) y ajo o aho (nombre con que se denominaba la leche en el guanche).
Aunque tengan una base léxica común, los topónimos en cuestión, desde el punto de vista geográfico, tienen referencias espaciales distintas. Así, el topónimo Tinamala se aplica a una montaña que está ubicada a la entrada sur del pueblo de Guatisa, mientras que Mala remite al nombre de un pueblo limítrofe del mismo pueblo en dirección del norte. Tenegüime es un barranco en el municipio norteño de Haría, mientras que Güime remite a un pueblo del municipio de San Bartolomé en la zona centro este de la isla. Asimismo, los topónimos Tabaibas (que lleva la marca del plural del castellano) y Timbaiba constituyen dos referencias toponímicas distantes.
Cabe señalar, por un lado, que la contracción Timbaiba debe de ser reconstruida como Ti-n + baiba, ya que el contacto de las consonantes «n» y «b» hace que la ortografía del segmento tin pase a escribirse tim según impone la norma ortográfica del castellano; y, por otro, debe subrayarse la elisión interna del prefijo ta- procedente de la forma original ta-baiba: > *ti-n (ta) baiba > Timbaiba.
En los términos toponímicos del bereber el segmento tin- expresa la relación existente entre el topos, el lugar por excelencia en el sentido griego de la palabra, y el elemento o los elementos lexicales expresados en la continuación del topónimo; se trata de una estructura prefijo ti + n + lexema; por ejemplo, Ti + n + duf (Tinduf); Ti + n + mansor, Ti + n + baraden, etc.
El nexo n constituye el eje central de esta relación; establece la idea de pertenencia entre el prefijo ti- (lugar designado como objeto de posesión, real o metafórico) y el ocupante o el poseedor. En esta dialéctica, el segmento tin- aparece como el elemento que sustituye al referente. En términos más concretos, el referente como un elemento apelativo es sustituido por el prefijo ti- asociado al nexo prepositivo n. El segmento tin-, entonces, puede expresar las diversas nociones universales que encontramos habitualmente en los procesos de la formación de los topónimos, tales como 'lugar de', 'tierra de', 'pueblo de', 'valle de', 'fortaleza de', 'montaña de', etc.
Por ejemplo, el topónimo sahariano Tenere, que descomponemos en ten + ere, significa literalmente 'la del cuello'; es decir, lugar que tiene la forma de un cuello, equivalente al término «la degollada» en la toponimia canaria. Pero también en esta clase de topónimos nos podemos encontrar con términos que encierran la idea de la propiedad de un terreno por una persona o por un grupo de personas: tin- + antropónimo o etnónimo. El contenido de un terreno (las plantas, el cultivo, el clima, los animales, etc.) también puede expresarse en el topónimo como propietario del lugar, como, por ejemplo, en el caso lanzaroteño Timbaiba.
13. TOPÓNIMOS CON EL PREFIJO GUA/GUI
Ejemplos: Guardilama, Guatisa, Guatisea, Guasimeta, Guanapay, Guantesibe, Guatifay, Guasia, Guinate, Guinios, Guiguan, Güime, Guenia.
En esta serie nos encontramos ante un nuevo grupo de topónimos que llama bastante la atención. Una vez más podemos ver que la parte inicial es idéntica entre varios términos y por tanto nos encontramos ante una nueva inicial constante gua/gui.
Álvarez Delgado lo vincula con la voz árabe guad 'río', tal como en Guadalquivir o en Guadalajara. Para nosotros es simplemente un caso de casualidad formal. La forma árabe guad de varios topónimos, tanto de Canarias como de la Península Ibérica, no constituye ningún rasgo morfológico para poder compararlo con el segmento guanche gua/gui ya que los dos elementos pertenecen a dos referencias distintas; por tanto, el elemento guad en Guadalquivir 'río grande' y Guadalajara 'río de las piedras' es una deformación del hidrónimo árabe al wad con el significado de río o cauce de agua.
En las islas se registran abundantes ejemplos que empiezan por la forma gua-, derivado del segmento ua o wa, común al guanche y al bereber, en que el elemento inicial g- constituye una aféresis delante del diptongo ua o ui.
Las formas similares del bereber que contienen este elemento corresponden en la mayoría de los casos a un vocabulario arcaico que remite, casi en su totalidad, a los nombres de plantas, animales, topónimos, insectos, etc., tales como uabiba (el mosquito), uirkis y uijjan (nombres de planta), uagerzam (pantera macho), uarzazat y uargla (topónimos). Por ello, no parece que tenga mucho fundamento en este caso el criterio de Álvarez Delgado.
14. TOPÓNIMOS CON EL PREFIJO M-
Ejemplos: Manguia, Majo, Maso, Máguez, Majaraste, Mala, Maneje, Mácher, Masdache, Mosaga, Muñique.
Nos encontramos aquí ante otra clase de topónimos en los que se da una clara identidad formal que opera una vez más en la parte inicial del topónimo, por lo que no sería extraño que estemos ante un nuevo segmento m-.
La forma de estos topónimos permite hacer un acercamiento con la estructura de un determinado vocabulario que empieza por am- en el bereber. Corresponde a la categoría de los sustantivos de género masculino singular que derivan de los verbos que expresan la acción:
Verbo |
sustantivo |
ari (sustituir) | amaray (sustituyente) |
asi (llevar) | amasay (portador) |
irir (cantar) | amarir (cantante) |
aws (ayudar) | amawas (ayudante) |
iks (pastorear) | ameksa (pastor) |
Los ejemplos lanzaroteños carecen del prefijo a- de la categoría correspondiente, quizás por elisión de la misma o por desgaste fonético.
15. PROBLEMÁTICA DEL ELEMENTO LÉXICO DE LOS GUANCHISMOS
El patrimonio toponímico constituye uno de los referentes más emblemáticos y simbólicos de la civilización canaria, una civilización que, en su pasado, ha sido profundamente insularizada y ahora en el pleno proceso de «europeización» en el ámbito cultural de la Unión Europea, dados sus lazos políticos y lingüísticos con España. El interés por el conocimiento de las culturas antiguas tiene, en la filosofía educativa de Europa, un papel muy importante en la conservación y la transmisión de la memoria colectiva, en la concienciación a favor de la paz entre las culturas y en el logro de una sociedad multicultural respetuosa a sí misma y a las demás sociedades, no solamente en la escala local sino también universal. Este interés cobró más importancia después de las dos guerras mundiales que han dividido el continente europeo.
Para recordar este interés, basta con citar las inmensas labores arqueológica, lingüística, histórica, etc. realizadas en Egipto por los investigadores europeos y el impacto que han tenido estas investigaciones en la formación cultural y psicosocial del alumnado europeo. La visión universalista que despejaban las antiguas culturas en las aulas europeas fue, en todo momento en Canarias, una de las características más relevantes de las investigaciones llevadas sobre el mundo guanche. Pero, es que en Canarias estas investigaciones no llegaron a difundirse ni entre el alumnado, ni entre la ciudadanía en general.
De hecho no nos sorprende saber que en la España peninsular es un dato de cultura general el saber que los egipcios momificaran a sus reyes y grandes dirigentes, mientras se desconoce por completo el fenómeno de la momificación entre los guanches de Canarias.
Esta cultura, llámese de silencio o de ocultación, genera entre los ciudadanos una curiosidad que interpela cada vez más a las instituciones y la investigación en torno a los temas del pasado de las Islas Canarias. Las preguntas acerca de la significación de los nombres de lugar heredados del guanche son muy frecuentes, y no conciernen únicamente al problema de la toponimia, sino también a varios sectores del conocimiento relacionados con la historia, la antroponimia, la antropología, etc. La canariología moderna, sobre todo en el dominio de la lingüística, que es el que nos concierne en este trabajo, trata de encontrar las respuestas a estas cuestiones y a otras tantas incógnitas del pasado lingüístico de las islas.
La nomenclatura toponímica de Lanzarote, especialmente la procedente del guanche, nos ofrece un importante vocabulario relacionado con la morfología de la isla: barrancos, montañas, valles, jameos, lomos, volcanes, etc. Su función semántica es, de la misma manera que en cualquier otro dominio lingüístico, la de localizar e identificar un lugar. Con topónimos simples se designan lugares concretos y distinguidos: Teguise, Tabayesco, Tegoyo, etc. y con los mixtos, hispanoguanches, se designan lugares que requieren más precisión en el procedimiento de su denominación, Barranco de Tenegüime, por ejemplo. A través de este topónimo, podemos perfectamente constatar, sin dificultad ninguna, que sus componentes, Barranco y Tenegüime, dirigen sus respectivas designaciones al mismo accidente geográfico, un barranco. Esta coexistencia léxica no implica, necesariamente, una equivalencia semántica entre los miembros del topónimo: Barranco = Tenegüime o Barranco + Tenegüime = barranco, sino que, cada uno de ellos participa con una designación propia.
Uno de los aspectos sobresalientes del topónimo estriba en que, el primer elemento, procedente del español, cumple una función primaria y el segundo, procedente del guanche, una función complementaria. La función primaria consiste en una apelación exclusivamente toponímica, y se aplica a los términos que designan una forma geográfica (barranco, montaña, valle, etc.), mientras que la del complementario guanche consiste en establecer la distinción semántica entre todos aquellos topónimos en los que aparece el elemento primario español. Así, por ejemplo, en la serie de los topónimos que empiezan por el primario español Barranco, Barranco de Tenegüime se opone a Barranco de Teguereste y éste a su vez se opone a Barranco de Temisa, etc.
A través de este modelo de composición léxica, se percibe, de manera inmediata, la forma bilingüe del topónimo, la cual a su vez deja traspasar su diferenciación superficial y su transparencia semántica.
Esta composición bilingüe debe de corresponder en el momento de la formación del topónimo a una sociedad multilingüe que ha de caracterizar a la isla de Lanzarote, y también a las demás islas.
Antes de su conquista y colonización por los europeos (siglo XV), se hablaba en todas las islas del archipiélago canario un lenguaje emparentado con el líbico-bereber, llamado guanche. Pero después de las colonizaciones el sustrato guanche fue dejando, poco a poco, mucho terreno a favor del lenguaje de las nuevas poblaciones hasta su extinción final, aunque, como bien se refleja en la toponimia, cierto bilingüismo hispanoguanche debió de existir en Canarias durante y después de la conquista final.
Ahora bien, el término barranco que contiene nuestro topónimo procede del fondo lexical común del español; su significado, como era de esperar, es conocido por las masas y figura en el diccionario de la lengua española. En cambio, el del guanche se desconoce su fondo común, si bien contamos con registros lexicográficos donde figuran algunos términos geográficos guanches. Refiriéndose a la significación de los topónimos, dice Stéphane Gendron: “Ce qui inquiète, c´est la perte de sens, l´incapacité de donner une significación aux noms qui nous entourent, de les déchiffrer, de comprendre leurs messages” (2003: 54-55. “Lo que inquieta es la pérdida del significado, la incapacidad de dar una significación a los nombres que nos rodean, de descifrarlos para comprender sus mensajes”).
Esta pérdida de la significación en los topónimos inquieta también en Canarias, sabiendo que el significado de la mayor parte de su vocabulario toponímico, procedente del guanche, es totalmente desconocido por los actuales hablantes de las islas, aunque existen algunas voces muy determinadas que todavía significan algo en su memoria colectiva. Citamos para ilustrar esta excepción los topónimos cuya base se construyó sobre nombres de plantas, por ejemplo: Tabaiba y sus derivados Tabaibas, Tabaibita, Tabaibitas, etc., topónimos cuya significación es una transmisión traducida del topónimo original, en este caso en la isla que nos ocupa, Timanfaya por Montañas del Fuego y finalmente topónimos apelativos como Tegala, Jameo y tal vez Dise, cuyas significaciones aún permanecen en el recuerdo de algunos de los campesinos de la isla, como en el ejemplo de Tegala: «Si era de día, colocaba un pañuelo en alto para que su marido la recogiera, y si era de noche, encendía una hoguera, a la que se llamaba tegalas y Feliciano ya sabía quién era ella por el sitio en que ardía» (relato de un lanzaroteño recogido en el periódico La Provincia, de Las Palmas de Gran Canaria, el 26 de marzo de 2003, pág. 31).
16. LAS COMPARACIONES CON EL BEREBER
Los estudiosos que se han acercado al problema de la toponimia guanche de Canarias, todos con muy buena fe pero pocos con las armas científicas que se requieren, intentaron encontrar en el bereber lo que el guanche no les pudo dar, sobre todo, en el dominio de la significación de las palabras guanches. Aunque no nos expliquemos el interés de tales iniciativas o sí, cuando llegamos a explicarlo, sentimos decir que este tipo de investigación, por el valor acientífico que se desprende de ella, ha acarreado más perjuicios que lo que ha podido remediar para las cuestiones de la lingüística guanche. Pero como ocurre en otros tantos casos similares, sea donde sea, ahí está el «caballo de batalla» de la investigación científica.
El empleo de las comparaciones con el bereber para indagar la significación de las palabras guanches se ha sentado como vía de investigación desde el siglo XVIII (empezando por Glas). Y hasta finales del siglo XX estas comparaciones han seguido empleándose con las mismas premisas (Abercromby, Zhylarz, Giese, Rohlfs, Wölfel, Marcy, Álvarez Delgado, Stumfohl, Vycichel, Mukarowsky, Militarev, Sabir, Allati, etc.). De estas comparaciones, la investigación, aunque efectuada de forma muy esporádica y sin emplear metodologías adecuadas (Allati 1998), se ha beneficiado de unos resultados muy alentadores según decía Wölfel: «Constatamos que los resultados de los estudios comparativos han sido positivos y que se ha comprobado un considerable parentesco, tanto en el plano léxico como en el morfológico, especialmente con el bereber y, sólo colateralmente, con la lengua aborigen canaria» (1965: 47).
Maximiano Trapero, por su parte, tiene razón cuando comenta las declaraciones de Wölfel: «Cierto que la comparación llevada a cabo con el bereber ha sido positiva, pero no tan fructífera como asegura Wölfel, y esto es así, porque desentrañar los problemas que plantean los materiales lingüísticos guanches exige al estudioso una triple condición muy difícil de reunir: por una parte, conocer a fondo (...) los propios materiales guanches, tanto los contenidos en las fuentes históricas guanches como, sobre todo, los que viven en la oralidad en todas las Islas; por otra, conocer las lenguas bereberes primitivas de las que previsiblemente derivó/derivaron la(s) lengua(s) guanche(s); y, por otra, conocer bien el español que se habla en las Islas, pues también los materiales guanches están intensamente «españolizados», no sólo desde el punto de vista fonético, sino también morfológico y léxico» (1998: 128). Como se ve en este comentario, el profesor Trapero mete, de manera muy clara, el dedo sobre el perfil ideal del estudioso de los guanchismos, y es, efectivamente, este perfil el que caracteriza el grupo de investigación dentro del que llevamos este mismo trabajo.
Los topónimos tienen sus raíces lexicales en las lenguas de las que provienen, y de hecho son éstas las que abastecen y nutren los lugares con sus nombres. Por ejemplo sabemos que la palabra tabaiba es, por un lado, un nombre guanche común, perteneciente a la nomenclatura de los nombres de planta, aún vivo en el archipiélago canario y, por otro, un término toponímico: Tabaiba. La transparencia semántica de este preciso ejemplo contrasta de manera muy clara la motivación léxica del término. Pero, en varios y otros muchísimos casos no ocurre lo mismo. Por ejemplo, las posibilidades de las que se dispone para lograr la transparencia semántica de los topónimos Teguereste, Teseguite, Teguise, etc. se reducen bastante en comparación a las que ofrece la nomenclatura anterior, a no ser que se recurra a las comparaciones con el dominio bereber o a los factores extralingüísticos para intentar su establecimiento, como por ejemplo recurrir a las características físicas del lugar que, en muchas ocasiones, informan sobre el verdadero significado de los topónimos.
Una etapa de suma importancia en el estudio de la toponimia guanche estriba en comprobar las formas resultantes que han prevalecido dentro de la toponimia del ámbito de las hablas del bereber. Entre el material toponímico de estas hablas encontramos formas similares o próximas a las del guanche, que por su fisonomía y su valor toponímico pueden adscribirse al mismo étimo, citamos a modo de ejemplo, Tamaraceite (Gran Canaria)/Tamarset (bereber), Famara (Lanzarote)/Tamara (bereber), Anaga (Tenerife)/Anaga (bereber), etc. Un análisis global y profundo de estas formas resultantes ha de realizarse con el fin de esclarecer sus componentes morfológicos y lexicales, y luego determinar una posible significación de estos componentes de acuerdo con las formas geográficas a las que remiten.
Aparte la documentación primaria coetánea a la conquista europea de las islas, ciertamente muy rica en las informaciones que nos proporcionan, es imprescindible, también para el estudio de la toponimia guanche, el examen de toda la documentación relacionada con la etnografía, diccionarios geográficos, la geografía histórica, recopiladores de topónimos (mapas, catastros etc.), relatos de viajes, datos arqueológicos y antropológicos, observaciones del terreno, etc.
Los topónimos, de modo general, contienen una serie de bases que aluden a determinados accidentes geográficos (hidrónimos, orónimos etc.). Por ejemplo, para que haya una probabilidad de explicar una base hidronímica por otra similar o casi similar dentro del marco lingüístico guanche-bereber, incluso dentro de la misma nómina guanche, hace falta tener en cuenta dos puntos esenciales. Primero, definir la morfología de la base en cuestión y determinar el conjunto de las secuencias en que aparece, y segundo, asegurarse de que el lugar designado tenga una morfología de un hidrónimo, tanto en el área geográfica del bereber como en la del guanche, aunque esa geografía haya sufrido cambios ya sea por los efectos climáticos, por las imprudencias del hombre o por cualquier otra circunstancia.
El topónimo Tinamala es nombre de una montaña en el pueblo de Guatisa en la isla de Lanzarote. Uno de los componentes de este topónimo concierne la base lexical ml, vocalizada mala. Esta base se recoge como base toponímica en varios nombres de montaña en el dominio bereber, uno de estos nombres corresponde al topónimo Tinmal con que se designa una de las vertientes más sombreada y más propicia al cultivo en la cordillera del Atlas Mayor. Tanto la base como su significado, en el topónimo, están atestiguados en la forma del bereber moderno, amalu 'sombra'. El conjunto toponímico significa 'la (vertiente de montaña) de la sombra'.
Pero, en otros casos el parentesco no parece igual de evidente. Así, la base monoconsonántica -l- que en el bereber se refleja en varios hidropónimos tales como Tala, Tahala, Telwat, etc., puede emparentarse con topónimos guanches cuya forma es parecida a los del bereber. Por ejemplo, el término atalaya en el topónimo Atalaya de Femés, formalmente se asemeja a los aludidos hidrónimos; por ello, el toponomista «amateur» podría fácilmente dejarse llevar por estas semejanzas formales para apoyar su teoría acerca del parentesco de la base -l- entre el guanche y el bereber. No obstante, basándonos en su aplicación toponímica en la geografía española, la denominación atalaya ni es guanche ni hace referencia a un hidrónimo, sino que se trata de un arabismo presente en todos los registros toponímicos españoles con el significado de 'lugar elevado desde donde puede divisarse un amplio panorama'.
17. ¿EXISTEN FORMACIONES TOPONÍMICAS PRE-GUANCHES?
La información existente en torno a la historia antigua del archipiélago canario es incompleta y está plagada de errores e imprecisiones. Esas imprecisiones, a pesar de las revisiones historiográficas de las últimas décadas, aun siguen nutriendo los distintos debates y polémicas en torno a varios y diferentes aspectos de la civilización canaria, y muy especialmente en lo referido al origen y naturaleza de sus primeros pobladores.
Toda la información de que se dispone procede de la documentación de la época descubridora de las islas. La sintetizamos en dos grupos principales: el primero lo conforman las fuentes documentales elaboradas durante y después de los descubrimientos, y el segundo, la documentación relacionada con las distintas disciplinas de la investigación científica, tales como la antropología, la arqueología, la lingüística, etc. realizadas en la época más moderna.
Antiguamente, debido a su emplazamiento en el Océano, llamado el Océano de las Tinieblas (así se le llamaba al Océano Atlántico en la documentación antigua), las Islas Canarias fueron desconocidas por los europeos hasta su redescubrimiento, a finales del XIII y principios del XIV. Sin embargo, desde el siglo II, figuraban en la Geografía de Claudio Ptolomeo, quien había fijado en ellas los límites del entonces mundo conocido y el meridiano de su sistema de cálculos geográficos. En realidad, el relato de la expedición de Juba (año 25 de la era cristiana), rey bereber de la Mauritania occidental, revelado por Plinio el Viejo, constituye el único documento antiguo que nos informa sobre la realidad geográfica de las Islas Canarias.
Varios desplazamientos humanos producidos en la antigüedad llegaron a establecerse en lo más profundo de los rincones del Continente europeo, afectando considerablemente la composición étnica de sus poblaciones antiguas. Así, oleadas de grupos de indoeuropeos, provenientes del continente asiático, se instalaron en la Península Ibérica, llegando a mezclarse con sus habitantes primitivos; mientras que a las Islas Canarias, llegarían grupos bereberes, procedentes del vecino continente africano. Según los exámenes antropológicos realizados sobre los restos humanos de esta población, en las Islas Canarias, destacarían dos tipos humanos principales: un tipo protomediterráneo y otro cromañonoide emparentado directamente con el de Mechta Afalou, ambos tipos siendo originarios del África septentrional.
Tanto la geografía insular como la peninsular participaron, con sus respectivos efectos sobre sus poblaciones, en configurar, en el imaginario de sus gentes, un espacio sentido como un espacio aislador y frágil. Estos sentimientos emanados de la naturaleza de las cosas condenaron a los primeros pobladores de las islas a quedarse apartados de todo tipo de contacto humano durante muchos siglos, lo que puede explicar en cierta medida, por una parte, la creación de una sociedad estimada como una sociedad de carácter neolítico, dado el estado muy rudimentario de sus técnicas industriales, y por otro, la diferenciación cultural, social, étnica, lingüística, etc. acarreada, en su posteridad histórica, entre las islas y las mismas para con el continente africano.
En cambio, en la Península Ibérica, las mismas circunstancias condujeron a los ibéricos a construirse con otros movimientos humanos y a nutrirse de sus nuevas experiencias culturales, industriales, política, etc.
La Península Ibérica fue, sucesivamente, invadida y ocupada por varios pueblos de culturas diferentes (iberos, celtas, griegos, fenicios, púnicos, romanos, godos, visigodos, bereberes, árabes, etc.), los cuales dejaron sus avatares en la toponimia peninsular. En cambio, el archipiélago canario no ha tenido en su historia más que dos «momentos» poblacionales: la primitiva, compuesta por unas gentes a las que genéricamente llamamos guanches, y la que dura hasta hoy, de procedencia europea y de mayoría española. La configuración de su toponimia refleja, del mismo modo, la diversidad lingüística de estos poblamientos. Sus materiales, por lo general, son bastante homogéneos y se presentan claramente estratificados: de un lado, un importante número de voces geográficas procedentes del sustrato guanche-bereber, y de otro, un nutrido vocabulario toponímico correspondiente al superstrato hispánico.
Como colofón, queremos señalar que en este primer acercamiento a la toponimia guanche de la isla de Lanzarote, hemos preferido no tratar aquellos topónimos cuyas estructuras de segmentación morfológica nos parecen poco definidas. Pensamos que en el estado actual de nuestra investigación aún es prematuro incluirlos en nuestra clasificación. Un estudio posterior, más minucioso y profundo, permitirá quizás volver a considerar su organización en lo estudiado.
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