| El nombre de Iguadén lo lleva hoy un amplio campo de lavas y de malpaíses perteneciente al municipio de Tinajo, situado al oeste de la Montaña Tisalaya y al norte del territorio de La Geria, y además, como variante secundaria, una pequeña montaña del lugar que tiene por nombre principal el de Montaña Quemada. Pero antes Iguadén fue una localidad que en el momento de las erupciones del Timanfaya de 1730-1736 tenía 7 vecinos y que quedó perdida por la arena, las lavas y cascajos que la tupieron, según expresión de Antonio Riviere (1997: 194).
Madoz (1986: 126) ofrece en el comentario de este topónimo una noticia lingüística, de las pocas que aparecen en su Diccionario geográfico, diciendo que la parte de la isla de Lanzarote donde está Iguadén «se llamó Iniguadén por los aborígenes». Y sigue diciendo que entre los términos de Tisalaya y Tinguatón «se encuentra un mar de lava vomitada por los cráteres de 1730, que cubrió el mejor terreno y las mejores vegas; sin embargo, el que escapó a la inundación, quedó cubierto de arena, por cuyo motivo y por ser de escelente (sic) miga, constituye parte del terreno de primera calidad que hay en la isla».
En efecto, a juzgar por las muchas y muy variadas formas con que se ha registrado desde antiguo, el término actual de Iguadén debe ser una forma simplificada de otra u otras anteriores más complejas. Ponemos en orden cronológico todas las citas reunidas por nosotros: Hainaguaden lo escribió Torriani en su mapa de Lanzarote (1978: 45), el primero de todos, a finales del XVI; después, en el XVII, en sus respectivos mapas, Briçuela y Casola (2000) escribieron Hasnaguaden y P.A. del Castillo (1994) Haznaguaden, y en unas escribanías de Teguise de 1618 aparece escrito como Ynaguaden e Ynaguadera (Bello Jiménez y Sánchez González 2003: doc. 24 y 207, respectivamente); en el siglo XVIII, tras las erupciones del Timanfaya, entre los lugares «perdidos por la arena y cascajo que los ha tupido» cita Riviere (1997: 194) a Iguaden, sin acento, que tenía entonces 7 vecinos, mientras que Viera y Clavijo escribe para este mismo contexto Iñaguadén (1982a: I, 788) pero en otro contexto posterior escribe Iniguadén (ibid.: 794). De todos ellos, el que más garantía nos ofrece es el de Riviere (salvado el olvido del acento), pues fue el único que recogió la toponimia personalmente de la tradición oral de la isla, y quien la manuscribió sobre el mapa que él mismo dibujó con las grafías más cercanas a lo que había oído. A partir de aquí, las citas de este topónimo van a copiarse las unas a las otras, como puede comprobarse en el acopio que de todo ello hace Wölfel en sus Monumenta (1996: 759).
Pero tras la aparente diversidad formal de todas esas escrituras no hay sino una única raíz léxica, que Wölfel interpreta como wad(a), precedida y continuada por elementos morfemáticos signos del plural, y que vendría a significar algo así como 'canales de riego' o 'las fuentes', lo que es difícil de suponer en el campo de lavas que hoy constituyen aquel territorio, tras las erupciones del Timanfaya, pero no en el tiempo en que se le puso el nombre, que al decir de todos estaba en el lugar mejor y más fértil de toda la isla y en donde no eran raras las fuentes.
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