Investigaciones filológicas de canarias Fundación César Manrique Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
 
Cueva de Pedro Perico
 

1006 de 3033 
 Municipio:  Yaisa
Identificación Territorial: Cavidad, grieta u oquedad
Clasificación Descriptiva: Morfotoponimia
Morfologías singulares de interior

Cavidad, grieta u oquedad
  Comentario:
 

Las leyendas locales, que están por lo general entre lo histórico y lo fantasioso, también han dado lugar a muchos topónimos. También en Lanzarote hay muchos casos de este tipo, y uno de ellos es el de Pedro Perico, antropónimo que da nombre a una zona de malpaíses de Timanfaya y a dos accidentes muy notorios de esa zona: una montaña y una cueva. Si hemos de hacer caso a la leyenda, el nombre se le puso primero a la montaña, y desde ella a la cueva y a la zona en que ambos están, en el mun. de Yaisa. La montaña tiene una sima muy profunda, cortada a pico, de forma que para descender a ella se necesita de la ayuda de una larga cuerda.


La leyenda la recogió Juan Bethencourt Alfonso a finales del siglo XIX de la tradición oral de Lanzarote y aparece publicada en sus Costumbres populares canarias..., 274-275) y tiene que ver con apariciones de animales fantásticos encubridores del diablo. Dice la tradición que por el año 1500, poco después de terminada la conquista de las Islas, se apareció en aquellos territorios un corpulento macho cabrío que fue el terror y espanto de los pastores de la zona. Hasta que uno de ellos, llamado Pedro Perico, hombre ágil, corredor y osado, decidió comprobar lo que había de verdad en ello. «Para esto -cuenta Bethencourt Alfonso- se hizo acompañar de dos o tres pastores con el fin de que presenciaran cómo hacía desaparecer lo que tanto aterrorizaba a la gente del Rubicón. Así que llegaron a la entrada del islote, se presentó de repente el tremendo animal, dando espantosos balidos y con el lomo encrespado, tomando actitudes en además de desafiarles. Pedro Perico abandonó a sus aterrados compañeros en el punto conocido con el nombre de Cordón y embistió al corpulento animal; y observaron que el animero pastor, asiéndose de las astas del macho empeñó en él una terrible lucha, hasta que logró ponerse a horcajadas; pero tan pronto lo hubo conseguido emprendió aquél una rápida carrera, cual si fuera un caballo, y se precipitó en la sima arrastrando consigo al jinete, sin que hasta ahora se haya vuelto a saber de ninguno de los dos». Y concluye: «Todos los contemporáneos de Pedro Perico creyeron que a éste se lo había llevado el diablo».