Investigaciones filológicas de canarias Fundación César Manrique Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
 
Mojón de Maso
 

1791 de 3033 
 Variante 1: Mojón de Mazo
 Municipio:  Tinajo
Identificación Territorial: Punto elevado
Clasificación Descriptiva: Morfotoponimia
Morfologías singulares de interior

Punto elevado
  Comentario:
 

El nombre de Maso está casi olvidado en Lanzarote, pero fue una población que existió desde antiguo en medio del actual Parque Nacional de Timanfaya y que fue totalmente destruida por las grandes erupciones de entre 1730 y 1736. Hoy lo que queda como recuerdo de aquel poblado son topónimos muy secundarios, pues la montaña que como producto de aquellas erupciones se levantó en el lugar se conoce ya como Montaña Negra o Caldera Roja y solo los muy prácticos en la toponimia local siguen reconociendo en tercer lugar el nombre de Montaña de Maso. Y es pertinente aquí la preposición: no es la *Montaña Maso sino la montaña que se levantó en el lugar en que estaba el poblado de Maso. Además, queda un minúsculo accidente conocido como Mojón de Maso, que no es propiamente un «mojón», sino un islote de los de tierra adentro.


Estas tres denominaciones que hoy tiene la montaña representan muy bien la evolución que suele operar en la toponimia a lo largo del tiempo. La denominación que tuvo en primer lugar de Maso se va olvidando poco a poco, al haberse perdido la referencia -la localidad de Maso- que le daba el nombre; hoy queda como tercera variante, en la memoria de unos pocos hablantes de la isla, pero no tardará en perderse del todo. La sustitución toponímica de Montaña Negra le viene por la característica cromática más sobresaliente de sus cenizas, pero también por contraste con otra montaña cercana llamada Caldera Blanca. Y la tercera variante de Caldera Roja lo toma por un fenómeno de metonimia, al ser su caldera elemento principal de la montaña entera y al predominar en ella el color rojo de lavas y cenizas volcánicas.


Está suficientemente acreditado el lugar del Maso lanzaroteño anterior a las erupciones del Timanfaya, por ejemplo en una escribanía de 1618 en que se da cuenta «de un término que la dicha mi madre tenía y poseía en el término de Maso» (Bello Jiménez y Sánchez González 2003: doc. 152). No aparece, sin embargo, en el mapa que Torriani dibujó de la isla de Lanzarote a fines del siglo XVI, ni en los posteriores del XVII de Briçuela y de P.A. del Castillo, quizás por ser aldea muy pequeña. En el mapa de la isla que dibujó Antonio Riviere (1997: 198-199) en 1741, una década después de que se iniciaran las erupciones del Timanfaya, señaló bien el lugar que ocupaba la localidad y la manuscribió como Maso, añadiendo que pertenecía a la jurisdicción de Jaisa, junto a Chupadero, Femés, Casitas y Vegas, sumando entre todos 210 vecinos. Igual noticia da Viera y Clavijo (1982a: I, 794), pues ambos la toman de las Constitucionales que el Obispo Dávila hizo de su visita a la isla en marzo de 1733, en pleno proceso eruptivo, con la salvedad que en el original del Obispo Dávila se escribe Maso y Viera escribe Mazo. Finalmente, en el Diccionario de Madoz (1986: 146-147) se da cuenta del Mazo lanzaroteño diciendo que es territorio que se compone de la lava volcánica que en 1730 sumergió el pueblo y vega de Santa Catalina. «En aquella época -sigue diciendo Madoz- existía también la población de Mazo y su pingüe vega, que con 6 pueblos más quedaron sepultados por dicha inundación». Y en la entrada Yaiza dice que en su territorio «se halla sumerjido el antiguo pueblo de Mazo» (1986: 228).


Por tanto, Maso es un guanchismo indudable, y como tal debe escribirse como suena. Nada hay que justifique la z con que suele aparecer en multitud de registros y que no se debe más que a una falsa etimología por creerlo término de origen español. Y lo mismo decimos respecto al igual topónimo Maso de La Palma, éste mucho más conocido por constituirse en un municipio de la isla.

  Glosario:
 

Mojón // Mojones: Montón de piedras con función de señal de algo, por ejemplo de propiedad, y que resultan de la limpieza de los terrenos para acondicionarlos para el cultivo. No es la isla de Lanzarote ni la que más bancales ha construido en sus laderas ni la que más ha cercado con paredes de piedra sus fincas, pero sí, relativamente, la que más «mojones» tiene, y hasta una localidad con ese nombre, El Mojón (TE 9.49). De ahí que llamaran la atención a una visitante tan observadora de las cosas de la isla como fue Olivia Stone, a finales del siglo XIX, quien escribió: «Han colocado montones de piedras en puntos de los campos para delimitarlos y nos recuerdan inmediatamente la vieja máxima judía: 'No retires los mojones que señalan la tierra de tu vecino'» (1995: 304).